ESPECIALIZACIÓN INFORMÁTICA EDUCATIVA

viernes, 1 de junio de 2012

LITERATURA MODERNA GRADO 8

LOS OJOS DE LOS POBRES


(BAUDELAIRE) SIMBOLISMO FRANCÉS

¿De modo que quieres saber por qué te odio hoy? Te será, sin duda, más difícil entenderlo que a mí explicártelo, pues creo que eres el más bello ejemplo de impermeabilidad femenina que cabe encontrar.

Habíamos pasado juntos una larga jornada que me resultó corta. Nos habíamos prometido que nos comunicaríamos todos nuestros pensamientos el uno al otro y que en adelante nuestras almas serían una sola; claro que este sueño no tiene nada de original, como no sea que ningún hombre lo ha visto realizado, aunque todos lo hayan concebido.

Al anochecer, como estabas algo cansada, quisiste sentarte en la terraza de un café nuevo que hacía esquina con un bulevar también nuevo y todavía lleno de escombros, que ya mostraba su esplendor inacabado. El café estaba resplandeciente. Hasta el gas del alumbrado desplegaba todo el fulgor de un estreno e iluminaba con toda su fuerza las paredes de una blancura cegadora, las superficies deslumbrantes de los espejos, los dorados de las molduras y cornisas, los mofletudos pajes arrastrados por perros con correas, las damas sonriendo al halcón posado en el puño, las Hebes y los Ganímedes[2] ofreciendo con los brazos extendidos un ánfora con jaleas o un obelisco bicolor de helados con copete; toda la historia y toda la mitología puestas al servicio de la glotonería.

En la calzada, justo delante de nosotros, se había plantado un buen hombre de unos cuarenta años, con cara de cansancio y barba entrecana, que llevaba de una mano a un niño, mientras sostenía en el otro brazo a una criaturita demasiado pequeña para andar. Estaba haciendo de niñera y llevaba a sus hijos a tomar el fresco de la noche. Todos iban andrajosos. Los tres rostros estaban extraordinariamente serios y los seis ojos contemplaban fijamente el café nuevo, con igual admiración, aunque diversamente matizada por la edad.

Los ojos del padre decían: “¡Qué precioso, qué precioso! Se diría que todo el oro de este pobre mundo se ha concentrado en esas paredes”. Los ojos del niño exclamaban: “¡Qué precioso, qué precioso!, pero ése es un sitio donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros”. En cuanto a los ojos del más pequeño, estaban demasiado fascinados para no expresar más que una alegría estúpida y profunda.

Dice la letra de una canción que el placer hace a las almas buenas y ablanda los corazones. Por lo que a mí se refería, la canción tenía razón esa noche. No sólo me había enternecido aquella familia de ojos, sino que me sentía un tanto avergonzado de nuestros vasos y de nuestras jarras, mayores que nuestra sed. Había dirigido mis ojos a los tuyos, amor mío, para leer en ellos mi pensamiento; me había sumergido en tus ojos tan bellos y tan extrañamente dulces, en tus ojos verdes, habituados por el capricho e inspirados por la luna, cuando me dijiste: “¡No soporto a esa gente con los ojos abiertos como platos! ¿No puedes decirle al encargado del café que los eche de ahí?”

¡Hasta qué extremo es difícil entenderse, ángel mío! ¡Hasta qué extremo es incomunicable el pensamiento, incluso entre aquellos que se aman! ">

NOCTURNO

JOSÉ ASUNCIÓN SILVA (COLOMBIANO)

Una noche,


Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,


Una noche,


En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,


A mi lado, lentamente, contra mí ceñida toda,


Muda y pálida


Como si un presentimiento de amarguras infinitas,


Hasta el más secreto fondo de tus fibras te agitara,


Por la senda florecida que atraviesa la llanura


Caminabas,


Y la luna llena


Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,


Y tu sombra


Fina y lánguida,


Y mi sombra


Por los rayos de la luna proyectada


Sobre las arenas tristes


De la senda se juntaban


Y eran una


Y eran una


¡Y eran una sola sombra larga!


¡Y eran una sola sombra larga!


¡Y eran una sola sombra larga...!




Esta noche


Solo; el alma


Llena de infinitas amarguras y agonías de tu muerte,


Separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,


Por el infinito negro,


Donde nuestra voz no alcanza,


Solo y mudo


Por la senda caminaba...


Y se oían los ladridos de los perros a la luna,


A la luna pálida


Y el chirrido de las ranas...






Sentí frío. Era el frío que tenían en la alcoba


Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,


Entre las blancuras níveas


De las mortuorias sábanas!


Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte,


Era el frío de la nada...


Y mi sombra


Por los rayos de la luna proyectada,


Iba sola,


Iba sola,


¡Iba sola por la estepa solitaria!


Y tu sombra, esbelta y ágil


Fina y lánguida,


Como en esa noche tibia de la muerta primavera,


Como en esa noche llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,


Se acercó y marchó con ella,


Se acercó y marchó con ella,


Se acercó y marchó con ella...


¡Oh las sombras enlazadas!


¡Oh las sombras de los cuerpos que se juntan con las sombras de las almas!


¡Oh las sombras que se buscan y se juntan en las noches de negruras y de lágrimas...!










No hay comentarios:

Publicar un comentario