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sábado, 22 de octubre de 2011

EDITORIALES GRADO 11

Editorial |18 Oct 2011 - 11:00 pm
Indignados del mundo
Por: Elespectador.com
La reciente jornada de protesta global, en su inmensa mayoría protagonizada por jóvenes sin mayores opciones, es consecuencia del justo malestar existente ante los problemas económicos y sociales generados por las drásticas medidas aplicadas para paliar los efectos de la crisis económica y la sensación de que los verdaderos culpables de la misma no han sido castigados proporcionalmente. Lo heterogéneo del movimiento sumado a lo gaseoso de sus postulados y reivindicaciones, así como la falta de estructura, han generado más dudas que certezas sobre su futuro.
En principio este parece estar emparentado, de una u otra manera, con las grandes movilizaciones del 68 y las protestas antiglobalización de hace unos años, así como ser consecuencia indirecta de la Primavera Árabe. Paradójicamente de allí se deriva su fuerza y su debilidad. El movimiento de finales de los 60 fue una causa común de reivindicación alrededor de una serie de emotivas consignas y postulados. Pasado su efecto inmediato el legado se fue diluyendo, y de la acción colectiva los esfuerzos pasaron en adelante a ser individuales. Hace unos años aparecieron las protestas antiglobalización que terminaron derivando en batallas campales contra la policía en los sitios donde tenían lugar importantes reuniones multilaterales. Su legado, más allá de una serie de eslóganes, como que otro mundo es posible, así como los arrestos masivos y los actos de vandalismo de algunos desadaptados, no terminaron por calar en la mayoría de la opinión pública.
De ahí que el surgimiento en España del 15-M —en el cual cientos de personas se tomaron lugares emblemáticos— fuera visto como una válida manifestación de descontento, pero sin que se le augurara mayor duración. Sin embargo, el movimiento no sólo ha permanecido y se ha fortalecido allí, sino que se ha ido extendiendo a otros países gracias al uso eficiente de las redes sociales. En Grecia, Italia, Australia, Inglaterra, Chile, Israel y EE. UU., por citar algunos casos, cientos de miles de Indignados se han lanzado a las calles con diversos tipos de reivindicaciones vinculadas a la falta de empleo, la crítica al abuso de los mercados, la necesidad de vivienda, el rechazo a la clase política a la que consideran inepta y corrupta, y un largo etcétera. En cerca de mil ciudades, en más de 80 países, entre ellos Colombia, estos grupos se hicieron sentir y han revivido la idea de la acción colectiva.
En una reciente entrevista al polaco Zygmunt Bauman, éste pone el dedo en la llaga al valorar los elementos positivos de esta protesta global como respuesta a los altos niveles de insatisfacción. Pero al mismo tiempo es muy claro al advertir que así como la emocionalidad que acompaña a los manifestantes ha sido esencial para lograr una amplia convocatoria y masivas movilizaciones, dicha emoción sin una estructura y liderazgo puede terminar “evaporándose” en la medida en que repita el tránsito por un camino similar al que siguieron sus antecesores de los 60. De esta manera, si las fuerzas económicas son globales y las consecuencias de sus actos también, los poderes políticos sólo pueden actuar en el plano nacional, lo que genera un bache entre la causa de los problemas y los remedios a aplicar. De ahí que la respuesta de los Indignados también termine volviéndose global.
De momento, es sano que frente a los problemas que se viven haya canales de escape mediante los cuales una sociedad hastiada de pagar los platos rotos pueda manifestar por medios pacíficos su inconformidad. Los políticos que, con corta visión, creen que van a usufructuar votos pescando en río revuelto pueden llevarse una sorpresa desagradable. Mientras tanto, el reto es que la efervescencia y el calor terminen mutando en alternativas serias, pacíficas y estructuradas, que no se conviertan, de nuevo, en flor de un día.


El empalamiento

Por Antonio Caballero. Revista Semana.

OPINIÓN El TLC con los Estados Unidos no es un tratado: es un acta de sometimiento. Tras años de súplicas, Uribe y Santos consiguieron por fin entregar a Colombia.
Sábado 15 Octubre 2011
Dijo eufórico, como está siempre desde que es presidente, el presidente Juan Manuel Santos a propósito del TLC:

-Es el tratado más importante que hemos firmado en nuestra historia.

Comparto su opinión. Creo que es más importante aún que aquellos que firmaron hace quinientos años, sin saber firmar, los caciques indios que eran los presidentes Santos de tiempos de la Conquista. Cuentan los cronistas de Indias que los conquistadores españoles les mostraban espejitos, y ellos, eufóricos al verse tan buenos mozos, les entregaban Eldorado a cambio: la tierra, el oro, el agua, su trabajo, sus niños como esclavos.
("Nuestros niños no son un destino turístico", reza en Eldorado de hoy, bobaliconamente, un letrero para darles ideas a los turistas).

El TLC con los Estados Unidos no es un tratado: es un acta de sometimiento. Tras años de súplicas, cambiando los términos una y otra vez ante las exigencias crecientes de la contraparte, acatadas siempre y a veces incluso solicitadas con abyección obscena, los gobiernos de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos consiguieron por fin entregar a Colombia. Al ver el resultado se angustia ahora, ya demasiado tarde, el ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo: "¡No estamos preparados!", gime. Y si lo menciono en primer lugar a él -heredero del Agro Ingreso Seguro que en teoría estaba destinado a "prepararnos" y por el cual su predecesor está en la cárcel- es porque el TLC será nefasto en primerísimo lugar para el campo: ese campo en donde nacen todas las violencias colombianas, guerrillas y paramilitares combinados en sus respectivas formas de lucha. También la industria sufrirá, la poca industria que todavía subsiste. Aunque he leído, y parece un chiste, que se abren grandes posibilidades de ganancias en el mercado inmenso de los Estados Unidos para los fabricantes colombianos de paraguas, de quitasoles, de tableros de parchís. Pero la producción agrícola y pecuaria será aniquilada al tener que competir sin ayuda (Colombia renuncia a subsidiarla) con los poderosos (y ellos sí por añadidura fuertemente subvencionados, pues los Estados Unidos se reservan ese derecho) productores norteamericanos de carne, de pollo, de huevos, de leche, de arroz, de maíz. Y de café. He leído que bajo el TLC Colombia importará café de marca estadounidense, así no lo sea de origen sino venido de Vietnam o de Costa de Marfil. O de la propia Colombia, a menosprecio, de ida y vuelta: de contrabando a la ida, legal a la vuelta. ¿Por qué no? ¿Acaso no importamos ya una vez millones de hectolitros de leche de Curazao, una isla árida que carece de producción lechera pero que sirvió de puente para la en ese momento abundante y barata leche radioactiva prohibida por la catástrofe nuclear de la central de Chernobyl?

Ah: y las armas. Que les pregunten a los mexicanos cómo les ha ido en el tema de las armas y en el de la harina para las tortillas gracias a su propio tratado de apertura, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Nos queda la droga, eso sí. Aunque es el único rubro de verdad importante en las exportaciones colombianas hacia los Estados Unidos, no lo menciona el tratado. Lo cual quiere decir que se mantiene.

Volviendo a los caciques de hace cinco siglos: a los que no quisieron aceptar la conquista, los empalaron. Pero a los que sí, a los Santos, les fue todavía peor, porque los empalaron más despacio. Y el empalamiento duele. Consiste en que al condenado se le introduce por el ano una gruesa estaca afilada clavada en el piso y, tirando de las piernas, se hace que la punta suba recto arriba despedazando los órganos que estorban su paso hasta que asoma por la boca, destrozando lengua y dientes. Momento en que el empalado calla.

Y el que ayudó al empalamiento, literalmente el mamporrero del TLC, el que mostró con el dedo por dónde había que meter el palo, ese doctor Hernando José Gómez que fue el negociador principal del tratado bajo el gobierno de Álvaro Uribe, ¿qué hará entonces? Los cronistas de la Conquista cuentan que Francisquillo, el niño "lengua" o intérprete que ayudó a los españoles de Pizarro a penetrar en las entrañas de Perú, lloraba cuando vio cómo Pizarro, tras capturar al Inca y extorsionarle todo el oro del Imperio, lo hizo empalar. El niño, dicen, "se arrancaba a puñados los cabellos".

Tal vez haya llorado también el doctor Gómez. En estos días publicaron unas fotos de cuando firmaba de rodillas los tratados, y es visible que está ahora algo más calvo: se habrá arrancado los cabellos a puñados. Pero ¿y qué? Su cargo actual, bajo el empalado presidente Santos, es el de jefe de Planeación Nacional. Sabe Dios qué nuevos suplicios estará planeando.

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