LITERATURA DEL REALISMO
EL
REALISMO: El origen del término es
francés: aparece aplicado a la literatura hacia 1825 para referirse a la
imitación por parte de los románticos de la naturaleza y al detalle descriptivo
de algunos de sus novelistas. Surgió en la segunda mitad del siglo XIX como contraposición
a los excesos del Romanticismo.
CARACTERÍSTICAS:
• Eliminación de todo aspecto
subjetivo, hechos fantásticos o sentimientos que se alejen de lo real.
• Investigan realidad cotidiana:
el escritor habla sobre lo que tiene más próximo y conoce mejor.
• La observación: es la base
para poder contar las cosas como son en realidad.
• La objetividad: el autor narra las cosas con
objetividad; sin implicarse ni reflejar sus sentimientos.
AUTORES:
-
Walter Scout - Víctor Hugo
-
Alejandro Dumas - Honoré de Balzac - Gustave Flaubert
-
Émile Zola - Charles Dickens - Fedor Dostoievski - León Tolstoi -Juan Valera
-Benito Pérez Galdós
Género
preferido: La novela es el género más
apropiado para reflejar la realidad con todo detalle.
• Finalidad didáctica: el
escritor intenta enseñar algo al lector.
• Estilo: el lenguaje es preciso y sin adornos.
TEMAS
Análisis
riguroso de la realidad. El escritor nos ofrece un retrato riguroso de lo que
observa.
Los
problemas de la existencia humana, componen el tema fundamental de la novela
realista; ésa es la consecuencia del sumo interés por la descripción del
carácter, temperamento y conducta de los personajes.
Surge
un tipo de novela en la que se analizan minuciosamente las motivaciones de los
personajes y las costumbres.
El
novelista denuncia los defectos y males que afectan a la sociedad y ofrece al
lector soluciones para detenerlos. Cada autor, según sus ideas, muestra lo que
para él es un mal de la sociedad.
ACTIVIDAD
1.
Leo
el siguiente texto.
FEDOR DOSTOIEWSKI
CRIMEN Y CASTIGO
PRIMERA PARTE
I
Una
tarde extremadamente calurosa de principios de julio, un joven salió de la
reducida habitación que tenía alquilada en la callejuela de S... y, con paso
lento e indeciso, se dirigió al puente K... Había tenido la suerte de no
encontrarse con su patrona en la escalera.
Su
cuartucho se hallaba bajo el tejado de un gran edificio de cinco pisos y, más
que una habitación, parecía una alacena. En cuanto a la patrona, que le había
alquilado el cuarto con servicio y pensión, ocupaba un departamento del piso de
abajo; de modo que nuestro joven, cada vez que salía, se veía obligado a pasar
por delante de la puerta de la cocina, que daba a la escalera y estaba casi
siempre abierta de par en par. En esos momentos experimentaba invariablemente
una sensación ingrata de vago temor, que le humillaba y daba a su semblante
una expresión sombría. Debía una cantidad considerable a la patrona y por eso
temía encontrarse con ella. No es que fuera un cobarde ni un hombre abatido
por la vida. Por el contrario, se hallaba desde hacía algún tiempo en un estado
de irritación, de tensión incesante, que rayaba en la hipocondría.
Se había habituado a vivir tan encerrado en sí mismo, tan aislado, que no sólo
temía encontrarse con su patrona, sino que rehuía toda relación con sus
semejantes. La pobreza le abrumaba. Sin embargo, últimamente esta miseria había dejado de ser para él un
sufrimiento. El joven había renunciado a todas sus ocupaciones diarias, a todo
trabajo.
En
el fondo, se mofaba de la patrona y de todas las intenciones que pudiera
abrigar contra él, pero detenerse en la escalera para oír sandeces y
vulgaridades, recriminaciones, quejas, amenazas, y tener que contestar con
evasivas, excusas, embustes... No, más valía deslizarse por la escalera como un
gato para pasar inadvertido y desaparecer.
Aquella
tarde, el temor que experimentaba ante la idea de encontrarse con su acreedora
le llenó de asombro cuando se vio en la calle.
«¡Que me inquieten semejantes menudencias cuando tengo en
proyecto un negocio tan audaz! -pensó con una sonrisa extraña-. Sí, el hombre
lo tiene todo al alcance de la mano, y, como buen holgazán, deja que
todo pase ante sus mismas narices... Esto es ya un axioma... Es chocante
que lo que más temor inspira a los hombres sea aquello que les aparta de sus
costumbres. Sí, eso es lo que más los altera... ¡Pero esto ya es demasiado
divagar! Mientras divago, no hago nada. Y también podría decir que no hacer
nada es lo que me lleva a divagar. Hace ya un mes que tengo la costumbre
de hablar conmigo mismo, de pasar días enteros echado en mi rincón, pensando...
Tonterías... Porque ¿qué necesidad tengo yo de dar este paso? ¿Soy
verdaderamente capaz de hacer... "eso"? ¿Es que, por lo menos, lo he
pensado en serio? De ningún modo: todo ha sido un juego de mi imaginación, una
fantasía que me divierte... Un juego, sí; nada más que un juego.»
El
calor era sofocante. El aire irrespirable, la multitud, la visión de los
andamios, de la cal, de los ladrillos esparcidos por todas partes, y ese hedor
especial tan conocido por los petersburgueses que no disponen de medios para
alquilar una casa en el campo, todo esto aumentaba la tensión de los nervios,
ya bastante excitados, del joven. El insoportable olor de las tabernas, abundantísimas
en aquel barrio, y los borrachos que a cada paso se tropezaban a pesar de ser
día de trabajo, completaban el lastimoso y horrible cuadro.
Una
expresión de amargo disgusto pasó por las finas facciones del joven. Era, dicho
sea de paso, extraordinariamente bien parecido, de una talla que rebasaba la
media, delgado y bien formado. Tenía el cabello negro y unos magníficos ojos
oscuros. Pronto cayó en un profundo desvarío, o, mejor, en una especie
de embotamiento, y prosiguió su camino sin ver o, más exactamente, sin
querer ver nada de lo que le rodeaba.
De
tarde en tarde musitaba unas palabras confusas, cediendo a aquella
costumbre de monologar que había reconocido hacía unos instantes. Se daba
cuenta de que las ideas se le embrollaban a veces en el cerebro, y de
que estaba sumamente débil.
Iba
tan miserablemente vestido, que nadie en su lugar, ni siquiera un viejo
vagabundo, se habría atrevido a salir a la calle en pleno día con semejantes
andrajos. Bien es verdad que este espectáculo era corriente en el barrio en que
nuestro joven habitaba.
La
vecindad del Mercado Central, la multitud de obreros y artesanos amontonados en
aquellos callejones y callejuelas del centro de Petersburgo ponían en el cuadro
tintes tan singulares, que ni la figura más chocante podía llamar a nadie la
atención.
Por
otra parte, se había apoderado de aquel hombre un desprecio tan feroz hacia
todo, que, a pesar de su altivez natural un tanto ingenua, exhibía sus harapos
sin rubor alguno. Otra cosa habría sido si se hubiese encontrado con alguna
persona conocida o algún viejo camarada, cosa que procuraba evitar.
Sin
embargo, se detuvo en seco y se llevó nerviosamente la mano al sombrero cuando
un borracho al que transportaban, no se sabe adónde ni por qué, en una carreta
vacía que arrastraban al trote dos grandes caballos, le dijo a voz en grito:
-¡Eh,
tú, sombrerero alemán!
Era
un sombrero de copa alta, circular, descolorido por el uso, agujereado,
cubierto de manchas, de bordes desgastados y lleno de abolladuras. Sin
embargo, no era la vergüenza, sino otro sentimiento, muy parecido al terror, lo
que se había apoderado del joven.
-Lo
sabía -murmuró en su turbación-, lo presentía. Nada hay peor que esto. Una nadería,
una insignificancia, puede malograr todo el negocio. Sí, este sombrero llama la
atención; es tan ridículo, que atrae las miradas. El que va vestido con estos pingajos
necesita una gorra, por vieja que sea; no esta cosa tan horrible. Nadie lleva
un sombrero como éste. Se me distingue a una versta a la redonda. Te recordarán.
Esto es lo importante: se acordarán de él, andando el tiempo, y será una
pista... Lo cierto es que hay que llamar la atención lo menos posible. Los
pequeños detalles... Ahí está el quid. Eso es lo que acaba por perderle a
uno...
1. Escribo dos sinónimos para cada una de las
palabras subrayas
2. Escribo
el tema del texto. Justifico mi respuesta.
3.El texto
está en prosa. Justifica la corriente a la que pertenece y ejemplifícalo con el mismo texto.
4. Escribo
todos los rasgos físicos y morales que se describen y cómo son
Descritos.
5. Separo
los rasgos que embellecen al personaje de los que lo afea y escribo la imagen que creo que es la que el
autor quiere dar del protagonista.
EL
SIMBOLISMO
El simbolismo pretendió alejar al artista dela realidad y de la función social de la literatura. La experiencia humana se expresaba utilizando símbolos, a veces herméticos como los del culteranismo barroco de Góngora. En “un manifiesto literario” publicado en 1886, Jean Moréas definió este nuevo estilo: “enemigo de la enseñanza, de la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva”. Fue desde Francia durante la mitad del siglo XIX donde se extendió el simbolismo hacia el resto de Europa y al resto de América. El movimiento surgió en clara oposición al realismo, proclamando la individualidad del artista y no su desaparición, fue común en este nuevo movimiento la expresión del mundo interior. La realidad y las cuestiones internas del artista encontraron un elemento privilegiado de expresión: EL SIMBOLISMO.
El simbolismo proclamo el verbo como fin de todo, y cultivo el género poético concebido como medio de conocimiento y lenguaje autónomo.
Características del simbolismo
• La poesía debe establecer relaciones entre el mundo de los sentidos y el espíritu, a través de la intuición. Esta intuición se materializa a través de los símbolos que las palabras evocan.
• Las metáforas son los recursos indispensables para esta nueva expresión artística.
• La sinestesia consiste en transferir sensaciones de un sentido a otro, permite establecer relaciones simbólicas entre los olores, los sonidos y los colores.
• Los versos libres como una innovación poética, busca la musicalidad en la expresión.
• Descripción dela impresión que producen las cosas en quien las capta.
• Búsqueda de la perfección en la forma.
Recuerda lo que vimos, alma mía,
esa mañana de verano tan dulce:
a la vuelta de un sendero una carroña infame
en un lecho sembrado de guijarros,
con las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos
abría de un modo negligente y cínico
su vientre lleno de exhalaciones.
El sol brillaba sobre esta podredumbre,
como para cocerla en su punto,
y devolver ciento por uno a la gran Naturaleza
todo lo que en su momento había unido;
y el cielo miraba el espléndido esqueleto
como flor que se abre.
Tan fuerte era el hedor que tú, en la hierba
creíste desmayarte.
Zumbaban las moscas sobre este vientre pútrido
del cual salían negros batallones
de larvas que manaban como un líquido espeso
por aquellos vivientes andrajos.
Todo aquello descendía y subía como una ola,
o se lanzaba chispeante
se hubiera dicho que el cuerpo, hinchado por un aliento vago,
vivía y se multiplicaba.
Y este mundo producía una música extraña
como el agua que corre y el viento
o el grano que un ahechador con movimiento rítmico
agita y voltea con su criba.
Las formas se borraban y no eran más que un sueño,
un esbozo tardo en aparecer
en la tela olvidada, y que el artista acaba
sólo de memoria.
Detrás de las rocas una perra inquieta
nos miraba con ojos enfadados,
espiando el momento de recuperar en el esqueleto
el trozo que había soltado.
Y, sin embargo, tú serás igual que esta basura,
que esta horrible infección,
¡estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión!
¡Sí! tal tú serás, oh reina de las gracias,
después de los últimos sacramentos,
cuando vayas, bajo la hierba y las fértiles florescencias,
a enmohecer entre las osamentas.
Entonces, oh belleza mía, di a los gusanos
que te comerán a besos,
¡que he guardado la forma y la esencia divina
De mis amores descompuestos!
esa mañana de verano tan dulce:
a la vuelta de un sendero una carroña infame
en un lecho sembrado de guijarros,
con las piernas al aire, como una mujer lúbrica,
ardiente y sudando los venenos
abría de un modo negligente y cínico
su vientre lleno de exhalaciones.
El sol brillaba sobre esta podredumbre,
como para cocerla en su punto,
y devolver ciento por uno a la gran Naturaleza
todo lo que en su momento había unido;
y el cielo miraba el espléndido esqueleto
como flor que se abre.
Tan fuerte era el hedor que tú, en la hierba
creíste desmayarte.
Zumbaban las moscas sobre este vientre pútrido
del cual salían negros batallones
de larvas que manaban como un líquido espeso
por aquellos vivientes andrajos.
Todo aquello descendía y subía como una ola,
o se lanzaba chispeante
se hubiera dicho que el cuerpo, hinchado por un aliento vago,
vivía y se multiplicaba.
Y este mundo producía una música extraña
como el agua que corre y el viento
o el grano que un ahechador con movimiento rítmico
agita y voltea con su criba.
Las formas se borraban y no eran más que un sueño,
un esbozo tardo en aparecer
en la tela olvidada, y que el artista acaba
sólo de memoria.
Detrás de las rocas una perra inquieta
nos miraba con ojos enfadados,
espiando el momento de recuperar en el esqueleto
el trozo que había soltado.
Y, sin embargo, tú serás igual que esta basura,
que esta horrible infección,
¡estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
tú, mi ángel y mi pasión!
¡Sí! tal tú serás, oh reina de las gracias,
después de los últimos sacramentos,
cuando vayas, bajo la hierba y las fértiles florescencias,
a enmohecer entre las osamentas.
Entonces, oh belleza mía, di a los gusanos
que te comerán a besos,
¡que he guardado la forma y la esencia divina
De mis amores descompuestos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario