DEPRESIÓN INVERNAL. Si TIENES HAMBRE, TOMA EL SOL
Autor: M. Bohoslavsky
Desde luego, cuando brilla el Sol nos sentimos
mejor que cuando está nublado o llueve; por supuesto nuestro ánimo mejora en
primavera y verano y baja un poco en otoño e invierno; naturalmente los
habitantes de la soleada Andalucía son de por sí más alegres y dicharacheros
que los vascos o los asturianos y resulta lógico que los españoles en su
conjunto, viviendo entre las latitudes 36 y 44 -y eso por no hablar de las
Canarias-, seamos más optimistas que las gentes muy septentrionales, sean
lapones, finlandeses o siberianos.
Sí, pero... ¿por qué? A los científicos no les
gustan algunas de las palabras que hemos usado en el párrafo anterior
-"desde luego", "por supuesto", "naturalmente",
lógico"- porque en realidad no hacen sino eludir la cuestión ¿Por qué
tenemos que mejorar con el Sol? Después de todo, si tan malo es estar privado
de la luz natural, los europeos del Norte deberían haber invadido y ocupado
permanentemente Italia y la Península Ibérica hace milenios, y no lo han hecho,
exceptuando a los turistas. De modo que, si se puede vivir bien en cualquier
sitio y dejar los baños de sol para las vacaciones, ¿a qué se debe el hecho
generalizado de cambiar de humor según la intensidad de la luz?
Las primeras respuestas verdaderamente científicas
parecen provenir de los trabajos de un puñado de psicólogos, psiquiatras y
neurólogos que han estado estudiando tres dolencias aparentemente
independientes entre sí, la "depresión estacional" (en inglés SAD)
por "personal affective disorder"; además "sad" quiere
decir triste, la "obesidad por consumo de carbohidratos" (OCACH) y
el "síndrome premenstrual" (SPM). Al parecer las tres
enfermedades están vinculadas con el nivel en la sangre de la hormona "melatonina"
y el nivel de melatonina depende, a su vez, de la luz solar. Pero vayamos por
partes.
A comienzos de la última década, el psiquiatra
estadounidense Peter Mueller, del Instituto Nacional de Salud Mental, atendía a
una paciente de 29 años afectada de fuertes depresiones durante los inviernos.
Por una serie de circunstancias personales esta señora debió cambiarse de
ciudad varias veces, y el psiquiatra le pidió que, allí donde estuviera, le
hiciera saber su estado de salud. Mueller pudo observar, entonces, que cuanto
más al norte vivía esta mujer, más tempranamente aparecía su depresión cada
invierno, le duraba más y era más intensa; en cambio en las dos ocasiones en
que la paciente viajó a Jamaica, su depresión se cortó a los dos o tres días de
llegar a la isla, pese a que viajó en enero y febrero, es decir, cuando estaba
en medio de su brote depresivo invernal.
Esta experiencia hizo pensar a Mueller que la
falta de luz solar podía ser el desencadenante de esas depresiones, así que
aconsejó a su paciente que se expusiera, cada mañana, a la luz: unos 2.500 lux
adicionales, proporcionados por lámparas de "luz solar", es decir la
que contiene todas las frecuencias propias de la luz natural (la luz en
interiores suele ser de 250 a 500 lux; en la calle de día varía entre 10.000
lux en países del Norte, cuando está nublado, y unos 80.000 lux al mediodía,
sin nubes en el Ecuador). Según narran en un reciente artículo publicado por la
prestigiosa revista Scientific American los investigadores Richard y Judith Wurtman,
lo asombroso no fue que aquella mujer y otros pacientes mejoraran del SAD, sino
que la luz extra también causó remisión de los síntomas en gente que padecía de
otras enfermedades.
En realidad, quienes padecen del SAD no sólo
sufren brotes periódicos de depresión en otoño y en invierno sino que suelen
tener unas ganas compulsivas de comer cosas que contengan carbohidratos (pastas
dulces, fideos, pasteles, por ejemplo), duermen 9 ó 10 horas por la noche pero
igual siguen somnolientos durante el resto del día (lo que los diferencia de
otros pacientes deprimidos, que suelen tener dificultades para conciliar el
sueño y se desvelan fácilmente) y mejoran de modo espectacular cada primavera,
perdiendo incluso el "hambre selectiva" por los carbohidratos. Estos
síntomas sugieren cierto parentesco entre el SAD y un tipo de obesidad
relacionado no tanto con las comidas -en la mesa sino con el "pillar"
cosilla ricas en carbohidratos fuera de hora. Este tipo de obesidad, llamada
OCACH, también mejora al proporcionar a los pacientes una exposición mayor a la
luz.
Un estudio más amplio, entre 723 personas
afectadas por SAD, mostró que mientras que en los estados norteños -donde la
pérdida estacional de luz solar es alta en invierno- esta dolencia afectaba a
100 de cada 100.000 habitantes (0,1%), en el Sur sólo alcanzaba a 6/100.000
(0,006%) es decir era 17 veces menos frecuente. Mientras que los Wurtman
averiguaban los hábitos alimenticios de obesos de carbohidratos (mediante un
ingenioso aparato tragamonedas que daba a elegir entre comidas con la misma
cantidad de calorías pero distinta proporción de carbohidratos), descubriendo
rápidamente que la avidez de OCACH se incrementa al atardecer y en las primeras
horas de la noche, otros investigadores observaban una curva semejante en
mujeres afectadas del síndrome premenstrual (SPM). Curiosamente, la forma de
comer manifestaba un carácter cíclico, con un ritmo diario en la OCACH, mensual
en el SPM y anual en el SAD. Este carácter cíclico hizo pensar de inmediato en
una causa hormonal.
Por cierto, los investigadores del SAD dudaban de
si la depresión no sería desencadenada por la proximidad de la Navidad (con su
carga afectiva de nostalgia) o por los cambios que siempre nos imaginamos que
haremos cada Año Nuevo. Pero no, la culpa es de la luz solar: en el Hemisferio
Sur, la depresión invernal se desata en los meses de mayo y junio, bien lejos
de estas celebraciones.
Aunque la depresión de tipo SAD no es una dolencia
frecuente, puede alcanzar a millones de personas que viven en latitudes altas;
por lo demás el SPM es una dolencia bastante común, y se calcula que 2 de cada
3 obesos son del tipo OCACH, lo que supone una proporción alarmante de la
población occidental (la más afectada de obesidad).
¿Podrá solucionarse tal cúmulo de problemas sólo
agregando unas horas de solarium cada mañana a nuestros hábitos actuales?
Posiblemente sí, si es que realmente detrás de todo el problema está la
"melatonina", una hormona segregada por la pequeña glándula pineal
(el célebre "tercer ojo" del que tanto se habló hace dos o tres
décadas, en realidad una misteriosa fuente de hormonas situada en la base del
cerebro, por delante del cerebelo).
Descubierta en 1.958, la melatonina tiene especial
interés en este caso porque su nivel en sangre y también la producción pineal
son cíclicas y su ritmo diario es "puesto en hora" por la luz.
También los niveles de melatonina a lo largo del año tienen variaciones
estacionales vinculadas con los cambios de luz en las latitudes altas. En las
ratas de laboratorio, según demostraron en 1984 Julius AxeIrod y el propio
Richard Wurtman, la melatonina suprime la función de las glándulas sexuales y
su síntesis está regulada por una compleja interacción entre la retina, el
cerebro y ciertos nervios que inervan la glándula pineal. En esos mamíferos, la
exposición a la luz frena la producción de esta hormona: como en las novelas
policíacas, el cerco empezaba a cerrarse en torno del "sospechoso". El nivel alto de melatonina
está asociado con el tener sueño: en los humanos, el nivel de hormona en orina,
durante el sueño nocturno, es 5 veces más alto que en pleno día.
No todas las dudas están resueltas, desde luego, y
por lo tanto tampoco se puede pensar en soluciones milagrosas de las tres
dolencias cíclicas mencionadas. Para empezar, no se sabe mucho sobre la
verdadera función de la melatonina, aunque parece ser un efecto sedante y
moderador, necesario para el descanso, y en la compleja mente humana puede
ocasionar depresión por sedación excesiva. Del mismo modo, la ansiedad por los
carbohidratos podría deberse -aunque hay dudas- a los fallos en el mecanismo
que informa al cerebro de que el cuerpo ya tiene suficiente reserva de
azúcares. No se sabe bien cómo, pero la melatonina quizá cruce en el camino
metabólico de la "serotonina", un neurotransmisor que cada día
demuestra tener más importancia en nuestro sistema nervioso. Sea como fuere, la
relación luz-melatonina-humor-hambre de carbohidratos es un fascinante campo a
investigar, y quizás una prometedora ocasión de cura natural y sencilla.
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