ESPECIALIZACIÓN INFORMÁTICA EDUCATIVA

miércoles, 21 de mayo de 2014

MAPAS CONCEPTUALES, GRADO 11


DEPRESIÓN INVERNAL. Si TIENES HAMBRE, TOMA EL SOL

Autor: M. Bohoslavsky

Desde luego, cuando brilla el Sol nos sentimos mejor que cuando está nublado o llueve; por supuesto nuestro ánimo mejora en primavera y verano y baja un poco en otoño e invierno; naturalmente los habitantes de la soleada Andalucía son de por sí más alegres y dicharacheros que los vascos o los asturianos y resulta lógico que los españoles en su conjunto, viviendo entre las latitudes 36 y 44 -y eso por no hablar de las Canarias-, seamos más optimistas que las gentes muy septentrionales, sean lapones, finlandeses o siberianos.

Sí, pero... ¿por qué? A los científicos no les gustan algunas de las palabras que hemos usado en el párrafo anterior -"desde luego", "por supuesto", "naturalmente", lógico"- porque en realidad no hacen sino eludir la cuestión ¿Por qué tenemos que mejorar con el Sol? Después de todo, si tan malo es estar privado de la luz natural, los europeos del Norte deberían haber invadido y ocupado permanentemente Italia y la Península Ibérica hace milenios, y no lo han hecho, exceptuando a los turistas. De modo que, si se puede vivir bien en cualquier sitio y dejar los baños de sol para las vacaciones, ¿a qué se debe el hecho generalizado de cambiar de humor según la intensidad de la luz?

Las primeras respuestas verdaderamente científicas parecen provenir de los trabajos de un puñado de psicólogos, psiquiatras y neurólogos que han estado estudiando tres dolencias aparentemente independientes entre sí, la "depresión estacional" (en inglés SAD) por "personal affective disorder"; además "sad" quiere decir triste, la "obesidad por consumo de carbohidratos" (OCACH) y el "síndrome premenstrual" (SPM). Al parecer las tres enfermedades están vinculadas con el nivel en la sangre de la hormona "melatonina" y el nivel de melatonina depende, a su vez, de la luz solar. Pero vayamos por partes.

A comienzos de la última década, el psiquiatra estadounidense Peter Mueller, del Instituto Nacional de Salud Mental, atendía a una paciente de 29 años afectada de fuertes depresiones durante los inviernos. Por una serie de circunstancias personales esta señora debió cambiarse de ciudad varias veces, y el psiquiatra le pidió que, allí donde estuviera, le hiciera saber su estado de salud. Mueller pudo observar, entonces, que cuanto más al norte vivía esta mujer, más tempranamente aparecía su depresión cada invierno, le duraba más y era más intensa; en cambio en las dos ocasiones en que la paciente viajó a Jamaica, su depresión se cortó a los dos o tres días de llegar a la isla, pese a que viajó en enero y febrero, es decir, cuando estaba en medio de su brote depresivo invernal.

Esta experiencia hizo pensar a Mueller que la falta de luz solar podía ser el desencadenante de esas depresiones, así que aconsejó a su paciente que se expusiera, cada mañana, a la luz: unos 2.500 lux adicionales, proporcionados por lámparas de "luz solar", es decir la que contiene todas las frecuencias propias de la luz natural (la luz en interiores suele ser de 250 a 500 lux; en la calle de día varía entre 10.000 lux en países del Norte, cuando está nublado, y unos 80.000 lux al mediodía, sin nubes en el Ecuador). Según narran en un reciente artículo publicado por la prestigiosa revista Scientific American los investigadores Richard y Judith Wurtman, lo asombroso no fue que aquella mujer y otros pacientes mejoraran del SAD, sino que la luz extra también causó remisión de los síntomas en gente que padecía de otras enfermedades.

En realidad, quienes padecen del SAD no sólo sufren brotes periódicos de depresión en otoño y en invierno sino que suelen tener unas ganas compulsivas de comer cosas que contengan carbohidratos (pastas dulces, fideos, pasteles, por ejemplo), duermen 9 ó 10 horas por la noche pero igual siguen somnolientos durante el resto del día (lo que los diferencia de otros pacientes deprimidos, que suelen tener dificultades para conciliar el sueño y se desvelan fácilmente) y mejoran de modo espectacular cada primavera, perdiendo incluso el "hambre selectiva" por los carbohidratos. Estos síntomas sugieren cierto parentesco entre el SAD y un tipo de obesidad relacionado no tanto con las comidas -en la mesa sino con el "pillar" cosilla ricas en carbohidratos fuera de hora. Este tipo de obesidad, llamada OCACH, también mejora al proporcionar a los pacientes una exposición mayor a la luz.

Un estudio más amplio, entre 723 personas afectadas por SAD, mostró que mientras que en los estados norteños -donde la pérdida estacional de luz solar es alta en invierno- esta dolencia afectaba a 100 de cada 100.000 habitantes (0,1%), en el Sur sólo alcanzaba a 6/100.000 (0,006%) es decir era 17 veces menos frecuente. Mientras que los Wurtman averiguaban los hábitos alimenticios de obesos de carbohidratos (mediante un ingenioso aparato tragamonedas que daba a elegir entre comidas con la misma cantidad de calorías pero distinta proporción de carbohidratos), descubriendo rápidamente que la avidez de OCACH se incrementa al atardecer y en las primeras horas de la noche, otros investigadores observaban una curva semejante en mujeres afectadas del síndrome premenstrual (SPM). Curiosamente, la forma de comer manifestaba un carácter cíclico, con un ritmo diario en la OCACH, mensual en el SPM y anual en el SAD. Este carácter cíclico hizo pensar de inmediato en una causa hormonal.

Por cierto, los investigadores del SAD dudaban de si la depresión no sería desencadenada por la proximidad de la Navidad (con su carga afectiva de nostalgia) o por los cambios que siempre nos imaginamos que haremos cada Año Nuevo. Pero no, la culpa es de la luz solar: en el Hemisferio Sur, la depresión invernal se desata en los meses de mayo y junio, bien lejos de estas celebraciones.

Aunque la depresión de tipo SAD no es una dolencia frecuente, puede alcanzar a millones de personas que viven en latitudes altas; por lo demás el SPM es una dolencia bastante común, y se calcula que 2 de cada 3 obesos son del tipo OCACH, lo que supone una proporción alarmante de la población occidental (la más afectada de obesidad).

¿Podrá solucionarse tal cúmulo de problemas sólo agregando unas horas de solarium cada mañana a nuestros hábitos actuales? Posiblemente sí, si es que realmente detrás de todo el problema está la "melatonina", una hormona segregada por la pequeña glándula pineal (el célebre "tercer ojo" del que tanto se habló hace dos o tres décadas, en realidad una misteriosa fuente de hormonas situada en la base del cerebro, por delante del cerebelo).

Descubierta en 1.958, la melatonina tiene especial interés en este caso porque su nivel en sangre y también la producción pineal son cíclicas y su ritmo diario es "puesto en hora" por la luz. También los niveles de melatonina a lo largo del año tienen variaciones estacionales vinculadas con los cambios de luz en las latitudes altas. En las ratas de laboratorio, según demostraron en 1984 Julius AxeIrod y el propio Richard Wurtman, la melatonina suprime la función de las glándulas sexuales y su síntesis está regulada por una compleja interacción entre la retina, el cerebro y ciertos nervios que inervan la glándula pineal. En esos mamíferos, la exposición a la luz frena la producción de esta hormona: como en las novelas policíacas, el cerco empezaba a cerrarse en torno del "sospechoso". El nivel alto de melatonina está asociado con el tener sueño: en los humanos, el nivel de hormona en orina, durante el sueño nocturno, es 5 veces más alto que en pleno día.

No todas las dudas están resueltas, desde luego, y por lo tanto tampoco se puede pensar en soluciones milagrosas de las tres dolencias cíclicas mencionadas. Para empezar, no se sabe mucho sobre la verdadera función de la melatonina, aunque parece ser un efecto sedante y moderador, necesario para el descanso, y en la compleja mente humana puede ocasionar depresión por sedación excesiva. Del mismo modo, la ansiedad por los carbohidratos podría deberse -aunque hay dudas- a los fallos en el mecanismo que informa al cerebro de que el cuerpo ya tiene suficiente reserva de azúcares. No se sabe bien cómo, pero la melatonina quizá cruce en el camino metabólico de la "serotonina", un neurotransmisor que cada día demuestra tener más importancia en nuestro sistema nervioso. Sea como fuere, la relación luz-melatonina-humor-hambre de carbohidratos es un fascinante campo a investigar, y quizás una prometedora ocasión de cura natural y sencilla.

 

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